jueves, 22 de mayo de 2008

Camino Soria, digo León

· Hoy he hecho la etapa Sahagún hasta Reliegos, se hace casi toda por un andadero sin mucha historia, salvo las charcas que de vez en cuando aparecen a los lados del camino y que suponen un oasis para patos, rapaces y gran cantidad de fauna.

· Los últimos 12 kilómetros se hacen interminables, no se pasa por ningún pueblo y es un trayecto con rectas hasta donde alcanza la vista. En estos casos, el caminante se entretiene pensando o cantando; en los últimos días he buscado canciones que sirvan para llevar el ritmo al andar. Tras descartar muchísimas, finalmente me quedo con Camino Soria, que tiene el ritmo perfecto para mi caminar y encima es la de temática más adecuada. Así que en esas rectas interminables me entretengo cantándola, silbándola, o haciendo el sonido de la trompeta con la que acaba esta maravillosa canción.

· Otras canciones adecuadas son "El burdo rumor", de Javier Krahe, y La Marsellesa. Como decían en Cadena Perpetua: "Aquí un hombre hace cualquier cosa para mantener la mente ocupada".

· Como decía ayer dormí en Sahagún; es un pueblo bastante grande, teniendo en cuenta la escala habitual por estos lares. Lo más curioso es el albergue: está en un antiguo convento, ocupando la primera planta, con unas literas que vienen a ser como armarios con dos cajones, uno por cama. En la planta baja está la oficina de turismo local y el auditorio "Carmelo Gómez" (que es de Sahagún), y parece que los días que hay concierto se oye todo desde la planta primera así que los peregrinos tienen concierto gratis, para bien o para mal.

· Hay gente que se hace famosa por ser un gran deportista, por escribir un libro, o por ligarse a la prima del cuñado de algún famoso. Otros se hacen famosos por ser roncadores (antes de que lo digais, yo no soy uno de ellos); por aquí ya empiezan a ser leyenda algunos: "el navarro", "el de valladolid", etc.; con el primero de ellos, el navarro, coincidí yo litera con litera y realmente fue al principio cómico, pero al final fue escalofriante, juro que daba miedo porque además de roncar, resoplaba, rechinaba los dientes y hablaba (supongo que soñaba algo de fútbol porque no paraba de repetir "dos cero", "dos cero").

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